¡Qué bien, un trabajo
para el verano! Además, cuidando niños, ¿puede haber algo mejor? Tras el
subidón inicial una vuelve a poner los pies en la tierra y piensa, ¿seré capaz?
¿Me aceptaran los niños? ¿Me llevaré bien con ellos? Como con la mayoría de
cosas de crios, es cuestión de escucharles, pararte a conocerlos e ir con ellos
de la mano en su día a día.
Así pues, me dirigí a
conocer a tres personitas para pasar con ellos todo el verano.
Pablo tiene 7 años y
desde un primer momento muestra su independencia, es el mayor. Durante los
primeros días aprendo que le gustan los dinosaurios, los pokemon, jugar con los coches, bañarse con sus gafas de bucear
negras (pobre de ti si las olvidas un día) y que su patinete va siempre con él, vaya donde vaya. Además descubro que tiene una creatividad increíble, es responsable
y organizado, tiene un gran sentido del humor y cuando te descuidas te ha hecho
un baile con la canción que sonaba en la radio. Aunque nos haga creer lo contrario,
siempre está atento a lo que les pueda pasar a sus hermanos y es el primero que
corre a consolar con un abrazo a su hermano pequeño.
No todo iban a ser
descubrimientos buenos, con el paso de los días sé que no le gusta que le
pongas la crema solar directamente sobre su piel, primero tienes que echártela
en la mano y después se la pones, que así no está tan fría. No le gusta que le
toquen el pelo, quiere que seas tú quien le mezcle el tomate con los macarrones
y prefiere el fuet a las galletas de chocolate.
Cristina, tiene 5
años y es la mediana del clan. Con una gran sensibilidad e imaginación, le encanta
jugar a ser una princesa y si pudiera dormiría rodeada de miles de peluches.
Adora a los animales, sobre todo a los perros y por eso siempre está pidiendo
uno a sus padres y es que de mayor quiere ser veterinaria. Nunca se cansa de
jugar y en el momento más inesperado te ves envuelta en una historia que acaba
de inventarse. Se pasaría el día disfrazándose y pintando, es la decoradora
principal de su casa. A su corta edad defiende a capa y espada a sus amigas.
Siempre está dispuesta a jugar con su hermano pequeño y si es necesario bailar
3 veces seguidas con él la misma canción, no pone ningún impedimento.
A ella, a diferencia
de su hermano mayor, le chifla el chocolate, no le gustan los trocitos de
verdura en el puré ni encontrarse nada verde en la paella. Le tiene respeto al
agua y prefiere nadar si tú estás cerca. Odia ir al dentista y no le gusta que
le hagan cosquillas.
Martín llegó el
último a la familia, tiene 3 años y como cualquier hermano pequeño le toca
luchar para que sepan que está ahí. Martín es juguetón, le gusta hacer de perro
o gato (depende del día) y se lo pasa en grande jugando al escondite. Le gusta
hacer puzles, jugar con los camiones, le encanta la horchata y devora la comida.
Es un gran imitador y copia todo lo que hacen sus hermanos. Se sabe las
coreografías del cantajuegos de memoria, aunque él no te las puede cantar. Si se
ha cansado de bailar y quiere hacer otra cosa no te lo dirá, irá a buscarte y
te llevará de la mano para indicarte qué es lo que toca ahora.
Si vas a cambiarle la
rutina habitual, ve avisándole poco a poco de lo que vais a hacer. Si, por
ejemplo, le dices que nos vamos a la piscina después no vale irse a la playa,
se querrá quedar en la piscina, ¡es lo que le habías dicho! O, si le pones el
bañador, no olvides ponerle crema, que es lo que siempre hacemos; si no se pone
nervioso y no sabe decirte que: ¡te has olvidado la crema! Le gusta nadar en la
piscina, se divierte con el agua ¡pasarla de un cubo a otro es muy entretenido!
Puede pasarse horas
tirándose por el tobogán. Cuando quiere columpiarse tiene que ser en el
columpio del lado izquierdo y si no puede subirse al de ese lado, se pone muy nervioso.
Cuando esto ocurre se
va a un esquina llorando y gritando y muy poco a poco puedes ir acercándote a
él para que se calme, los abrazos le ayudan mucho, pero hay que respetar su
espacio, él no te lo dirá porque aún no sabe.
No le gusta que le
mojes la cara con agua y tiene hipersensibilidad en los pies, ponerle los zapatos
puede ser toda una aventura.
Martín ha aprendido a
saludar y ahora cada vez que alguien pasa por su lado siempre le dice “uuaaa”,
que es su hola personal. Martín es un
niño risueño y tiene una mirada que hechiza a cualquiera. Martín tiene
trastorno del espectro autista.
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