Días de piscina: lo importante de las personas es lo diferente.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

¡Qué bien, un trabajo para el verano! Además, cuidando niños, ¿puede haber algo mejor? Tras el subidón inicial una vuelve a poner los pies en la tierra y piensa, ¿seré capaz? ¿Me aceptaran los niños? ¿Me llevaré bien con ellos? Como con la mayoría de cosas de crios, es cuestión de escucharles, pararte a conocerlos e ir con ellos de la mano en su día a día.
Así pues, me dirigí a conocer a tres personitas para pasar con ellos todo el verano.

Pablo tiene 7 años y desde un primer momento muestra su independencia, es el mayor. Durante los primeros días aprendo que le gustan los dinosaurios, los pokemon, jugar con los coches, bañarse con sus gafas de bucear negras (pobre de ti si las olvidas un día) y que su patinete va siempre con él, vaya donde vaya. Además descubro que tiene una creatividad increíble, es responsable y organizado, tiene un gran sentido del humor y cuando te descuidas te ha hecho un baile con la canción que sonaba en la radio. Aunque nos haga creer lo contrario, siempre está atento a lo que les pueda pasar a sus hermanos y es el primero que corre a consolar con un abrazo a su hermano pequeño.

No todo iban a ser descubrimientos buenos, con el paso de los días sé que no le gusta que le pongas la crema solar directamente sobre su piel, primero tienes que echártela en la mano y después se la pones, que así no está tan fría. No le gusta que le toquen el pelo, quiere que seas tú quien le mezcle el tomate con los macarrones y prefiere el fuet a las galletas de chocolate.

Cristina, tiene 5 años y es la mediana del clan. Con una gran sensibilidad e imaginación, le encanta jugar a ser una princesa y si pudiera dormiría rodeada de miles de peluches. Adora a los animales, sobre todo a los perros y por eso siempre está pidiendo uno a sus padres y es que de mayor quiere ser veterinaria. Nunca se cansa de jugar y en el momento más inesperado te ves envuelta en una historia que acaba de inventarse. Se pasaría el día disfrazándose y pintando, es la decoradora principal de su casa. A su corta edad defiende a capa y espada a sus amigas. Siempre está dispuesta a jugar con su hermano pequeño y si es necesario bailar 3 veces seguidas con él la misma canción, no pone ningún impedimento.

A ella, a diferencia de su hermano mayor, le chifla el chocolate, no le gustan los trocitos de verdura en el puré ni encontrarse nada verde en la paella. Le tiene respeto al agua y prefiere nadar si tú estás cerca. Odia ir al dentista y no le gusta que le hagan cosquillas.

Martín llegó el último a la familia, tiene 3 años y como cualquier hermano pequeño le toca luchar para que sepan que está ahí. Martín es juguetón, le gusta hacer de perro o gato (depende del día) y se lo pasa en grande jugando al escondite. Le gusta hacer puzles, jugar con los camiones, le encanta la horchata y devora la comida. Es un gran imitador y copia todo lo que hacen sus hermanos. Se sabe las coreografías del cantajuegos de memoria, aunque él no te las puede cantar. Si se ha cansado de bailar y quiere hacer otra cosa no te lo dirá, irá a buscarte y te llevará de la mano para indicarte qué es lo que toca ahora.

Si vas a cambiarle la rutina habitual, ve avisándole poco a poco de lo que vais a hacer. Si, por ejemplo, le dices que nos vamos a la piscina después no vale irse a la playa, se querrá quedar en la piscina, ¡es lo que le habías dicho! O, si le pones el bañador, no olvides ponerle crema, que es lo que siempre hacemos; si no se pone nervioso y no sabe decirte que: ¡te has olvidado la crema! Le gusta nadar en la piscina, se divierte con el agua ¡pasarla de un cubo a otro es muy entretenido!

Puede pasarse horas tirándose por el tobogán. Cuando quiere columpiarse tiene que ser en el columpio del lado izquierdo y si no puede subirse al de ese lado, se pone muy nervioso.
Cuando esto ocurre se va a un esquina llorando y gritando y muy poco a poco puedes ir acercándote a él para que se calme, los abrazos le ayudan mucho, pero hay que respetar su espacio, él no te lo dirá porque aún no sabe.
No le gusta que le mojes la cara con agua y tiene hipersensibilidad en los pies, ponerle los zapatos puede ser toda una aventura.

Martín ha aprendido a saludar y ahora cada vez que alguien pasa por su lado siempre le dice “uuaaa”, que es su hola personal. Martín es un niño risueño y tiene una mirada que hechiza a cualquiera. Martín tiene trastorno del espectro autista.

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